Aunque se suele decir generalmente “traductor” por extensión al profesional que traduce sin distinguir si lo hace oralmente o por escrito, lo cierto es que “traductor” e “intérprete” son profesionales homólogos, pero con diferencias importantes. Erróneamente estos dos términos se utilizan como si fueran sinónimos, pero no lo son. Podría decirse que son como las dos ramas de un mismo árbol. Se alimentan de la misma “savia”, que en este caso sería la capacidad de servir de “nexo” (de ahí el nombre de “Tradunexia”) para la comunicación entre lenguas diferentes. Si tuviera que describir físicamente en qué consiste la acción de traducir, para mí sería como trasladar el contenido líquido que se encuentra en un recipiente a otro recipiente vacío sin que se derrame la más mínima gota. Los dos recipientes son dos sistemas lingüísticos diferentes con sus propios códigos y el contenido (sea cual sea su naturaleza) es la materia que se ha de traducir. Lo realmente importante es que no que se pierda nada del contenido esencial por el camino y que siempre se respeten las reglas, códigos y estructuras de cada sistema al máximo para que no se rompa el código de fidelidad con su fuente original.
El traductor es el que traslada el contenido de un texto escrito de una lengua a otra, mientras que el intérprete es el que reproduce oralmente un discurso de una lengua a otra. Esto hace que ambos tengan habilidades y competencias lingüísticas bien diferenciadas, aunque compartan ámbitos paralelos. El traductor es un creador. Tendrá que dominar disciplinas como la gramática (morfología, léxico y sintaxis) con una sólida redacción y ortografía. Alberto Manguel le describe con exactitud cuando dice: “el traductor es capaz de desmenuzar un texto, retirarle la piel, cortarlo hasta la médula, seguir cada arteria y cada vena y luego, poner en pie a un nuevo ser viviente”.
El intérprete, por el contrario, deberá poseer una gran capacidad de comprensión para trasladar rápida y eficientemente lo que se escucha en un discurso y reproducirlo casi de forma inmediata. Para ello deberá poseer una excelente capacidad de síntesis y concentración, así como prestar mucha atención al lenguaje corporal y el tono en el que se expresa el interlocutor practicando una escucha muy activa.